La argentina Marisa Caichiolo es la curadora de esta exposición que nació en la Building Bridges International Art Foundation, que ella dirige y cuyo objetivo es, como se evidencia en la muestra del Musa, hacer un cruce entre artistas con diferentes discursos, nacionalidades, edades, trayectorias y técnicas; multidisciplinaria, multicultural, multifacética.

Así describe Caichiolo esta exposición, y el lazo que une a las obras en el mapa es la reflexión sobre política y medioambiente. “Son artistas que generan no sólo un diálogo intenso, sino que hacen una serie de cuestionamientos con su obra y logran al mismo tiempo despertar la conciencia del espectador cuando se para frente a la obra. Va a tener un feedback interesante porque es fácil interiorizar esta obra, que además es lúdica, muy matérica”, comenta.

Hace ya varios años que esta exhibición ha estado viajando, y no fue diseñada para ir a las grandes capitales, sino que, por el contrario, ha buscado desarrollarse en las periferias. Se ha presentado hasta hoy en Baja California y en Antofagasta, Chile. “Está programada para enfocarse en la descentralización”, dice Caichiolo.

“Justo por ser una muestra tan internacional y con artistas de polos tan diferentes, se llevará a lugares donde las comunidades no tienen acceso a esos artistas internacionales y, de cierta manera, los artistas tampoco tienen acceso a esas comunidades, muchos viven o exponen en grandes capitales, por eso me parece importante generar esa unión y ese trayecto del artista, y que sea recíproco”.

Los artistas que se encuentran en la exposición son Karen Perry y Arcángel Constantini (de México); Andrea Juan (de Argentina); Dagmara Wyskiel (de Polonia); Mohamed Abou El Naga (de Egipto), y Ángel Delgado (de Cuba). Los últimos dos estuvieron presos en sus países de origen por sus obras: Mohamed momificó la esfinge en la Plaza Tahrir en 2009, dos años antes de que explotara la revolución, por lo que fue encarcelado, removido de su puesto como profesor en la Universidad del Cairo y, finalmente, expulsado de su país; Ángel Delgado estuvo preso seis meses por un performance en el que defecó en un periódico oficialista, justo sobre la cara de Fidel Castro. Tuvo que salir del país y desde entonces no ha regresado.

Por su parte, Andrea Juan trabaja con las investigaciones que ha realizado durante los últimos años internada en la Antártida, pese a lo complejo del entorno climático de ese lugar lejano, donde sólo convivió con científicos y militares. Su trabajo habla del cambio climático y de la política que manipula los estudios científicos a su favor.

Los mexicanos Karen Perry y Arcángel Constantini trabajan sobre los objetos y su obsolescencia. Karen lo hace desde el material, en sus últimas piezas ha utilizado rompecabezas encontrados en bazares y antigüedades con los cuales construye diferentes objetos, empujando las posibilidades del material y las distintas  oportunidades de construcción a partir de una unidad que se transforma. Constantini construye máquinas que reproducen la ilusión digital de objetos en movimiento, los cuales ya no existen en el plano físico que conocemos, han desaparecido pero en la dimensión de lo digital se eternizan. Éstos fueron encontrados en tianguis de las periferias, que él describe como un limbo en el que miles de objetos buscan reintegrarse al mundo o ser destruidos. Su obra habla de la obsolescencia de las cosas, pero, sobre todo, reflexiona acerca del aura, el alma que tienen los objetos según algunas creencias.

Por último, la obra de Dagmara Wyskiel es quizás la más matérica. La artista polaca presenta dos piezas en esta exposición: una en videoinstalación que habla sobre los bordes, las fronteras a través de una pelota que viaja a distintos paisajes sin que el espectador pueda adivinar sus dimensiones reales; y por otro lado presenta “Cuida tu Jardín”, una instalación de regaderas gigantes de las que emanan cadenas que pueden representar columnas de agua congelada o el desperdicio desmedido del elemento vital alrededor del mundo. 

La curadora Marisa Caichiolo sabe que en muchas partes del mundo, sobre todo en las ciudades de la periferia para las que está diseñada esta exposición, el arte contemporáneo todavía es intimidante, y no muchos espectadores están dispuestos a enfrentarse a estas piezas.

“Aseguro que si a la salida me paro y hago una encuesta a la mayoría de la gente que entra a los museos que son totalmente conceptuales, diría que el noventa y cinco por ciento no entendió nada. Pasa en Estados Unidos y pasa en todas partes, siento que todo el tiempo el espectador entra a las salas y está pensando qué cara poner”, dice.

Agrega que la forma de conocer la propuesta de esta exposición “es un poco más de sentir”. 

En una ocasión, según comenta Caichiolo, la propia Dagmara Wyskiel dijo que para ella, como artista, era tan importante tener a la señora que se toma fotos con las regaderas porque le recuerdan a su jardín, como el nenito que se cuelga de las cadenas porque las ve como un juego, así como a la persona que tiene más capacidad analítica y que va a la conceptualización absoluta. “El mensaje llega igual, la obra habla por sí misma”, añade Caichiolo, “cuando cualquier persona se pare a ver el león enjaulado del video de Mohamed va a sentir claustrofobia, lo que pasa es que no va a entender ese contexto político del que habla específicamente, pero va a entender el suyo, cuando se siente encerrado así, va a incorporar su propio encierro, económico, espiritual. Cada uno va a generar un diálogo o un sentimiento a partir de la obra, que creo que esa es la puerta para entender la obra”.

Por otra parte, los artistas, como comenta Ángel Delgado, están planteando más preguntas que respuestas o deberes: “Yo quiero con mi obra hacer reflexionar sobre algo en específico, a través del arte llamar la atención sobre ciertas cosas, pero no es que me proponga solucionar algo, es difícil hacerlo desde el arte, planteamos una situación y la tienen que arreglar quienes se encargan de eso. Nosotros llamamos la atención sobre un determinado tema. Ése, creo, es nuestro deber”.

Sobre el cuestionamiento, en general, que la crítica y ciertos grupos de las comunidades artísticas hacen sobre el arte contemporáneo: que es más denuncia y menos técnica, Caichiolo dice que el arte siempre ha sido una herramienta que refleja los más grandes problemas de las sociedades a través de los artistas. “Lo único que ha cambiado”, asegura, “son los soportes y los materiales que utilizan los artistas contemporáneos. Esto nos lleva también a un estudio de la economía, yo creo que hoy los artistas están utilizando los medios que pueden utilizar y que pueden transportar y mover, un artista puede hacer una obra excelente y que no necesita miles y miles de dólares de transporte y de seguros. Hay una cuestión de utilización de formas y de medios que cambia y que se modifican porque obviamente la tecnología ha crecido y ha madurado increíblemente”.

Esta obra, según Caichiolo, es invaluable y no puede juzgarse sólo por su soporte. “No puedes tratar de poner en la misma balanza obra histórica con obra que se fue haciendo en los 70: es diferente el medio que se utiliza pero la denuncia sigue siendo el artista tratando de tener una voz y que, al fin y al cabo, los artistas son quienes pueden ser los reales voceros del pueblo, los voceros de la situación”.

Fuente: http://www.gaceta.udg.mx/